Inmerso en el bosque
nocturno, un castor roía troncos de árboles y los trasladaba hasta el río donde construía su represa. Un grillo trepado en un abedul lo observaba con
disgusto; se le aproximó y le dijo:
—Tus dientes filosos harán
del bosque un desierto y tu represa matará de sed a los animales río abajo. ¿No
ves el daño que estás causando?
—¡Es cierto! —respondió el
castor, con ojos llorosos—, mas este embalse, que tantos males perpetra, guarda
en sí un noble propósito: mis hijos necesitan una madriguera para guarecerse de
los terribles lobos. ¡Grillo, amigo! ¡Ten piedad de mis pequeños!
Al
amanecer, el grillo y el castor terminaron de construir la represa.EL PODER DE LA CONCIENCIA - CC by-nc-nd 4.0 - Pablo Antonio Salas Moya